A los que les gusten los cuadros "modernukis" y con mensaje, vengan otro día.
A los que les gustan los cuadros clásicos hiperrealistas o con jarrones y flores "bonitas de verdad", creo que tampoco hoy es su día.
Pintar por pintar, sin mensajes, sin objetivo más allá. Pintar porque todo el proceso es un placer. Mirar, no pensar y pintar. Pintar para mí.
El sábado pasé la tarde con Pepín el Perro en el Praito. Además de mordernos y revolcarnos, miré alrededor. Belleza. Con paciencia, recogí enredadera roja, hojas granate de ciruelo, hojas de caqui y una rosa.
Fui al estudio y coloqué estos elementos en mi botella de Coca-Cola de cristal. Recoloqué, miré y reordené hojas, ramas y flores.
El domingo pasé allí la tarde, mientras miraba preparé tres tablas. Volví a mirar. Puse el único disco instrumental del estudio. Apunté un foco a la escena y pinté.
Giré ligeramente la posición en la botella y esbocé otro cuadro.
A la mañana siguiente, con luz natural, pinté más, y lo terminé.
Por la tarde, después de explicar tres veces cómo se demuestra que un conjunto es subespacio vectorial, volví a mirar, cambié la colocación y mientras escuchaba el contrabajo de Esperanza Spalding, pinté. Otra vez.
Luego me he comido un bocadillo y he visto el fútbol para compensar.
1 comentario:
Se me había pasado esta entrada!!! Aquí hay verde, jajaja ... tú placer de pintar es el mío de mirar (y para compensar yo me he hecho nueve kilómetros bajo la lluvia, paso de ver fútbol, a mi me gusta jugar).
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