viernes, 29 de enero de 2016

La eternidad




En un pueblo de allá por la la costa suiza un viejo pintor. 

Encantador y callado, sin dar la paliza.
Pretendía vivir a su manera, que era: 


Mirar, inventar, y pintar lo que hubiera inventado: un tejado, una cúpula, o una lectora, que también le gustaba pintar.

Y mirar lo que hubiera pintado -una cabeza, un funambulista o una lectora-, disfrutar del placer de mirar y pintar y volver a mirar.
E invitar a mirar al que hubiera pasado; por su casa, su estudio, o la zapatería noviembre, donde también le gustaba pintar. 
Y después de mirar, disfrutar y mirar; borrar, blanquear, limpiar, olvidar lo que hubiera pintado: un equilibrista, un tejado o una lectora, que también le gustaba pintar.



Y una vez blanqueado, borrado y olvidado; empezar otra vez, a mirar e inventar y a pintar, sólo para disfrutar. 
Cada vez, empezar desde cero 








Jorgito, tienes que comprar!. Me dicen