domingo, 23 de abril de 2017

Capítulo 1

Con su permiso, don Herman


...Así que estábamos en el Cirus bar envueltos en vapor de borgoña, sopaipillas y guatitas; cuando entró, se sentó y comenzó a hablar.

"Llamadme Jorge. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo pocos o ningún objetivo en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en la tierra, pensé que me iría a pintar un poco por ahí, para ver la parte oculta del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un nuevo noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondria me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de ponerme a pintar tan pronto como pueda. Es mi sustituto de la pistola y la bala. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo pinto pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto de los colores."

Allí abajo, frente a la Isla de Tenglo, estalló la espuma, salpicaduras. Se abrió el mar y apareció algo. Alguien dijo que era una cola. 




De fondo sonaba Señora del mar, y Jorge continuó contando...

2 comentarios:

Gonzalo dijo...

!Geeeenial! No hay mejor medicina que la pintura acompañada de las famosas canciones medicinales..

cualquierapinta dijo...

graaacias!!